miércoles, 26 de noviembre de 2014

LA VIOLENCIA SOCIAL ¡¡¡



Como individuos nos relacionamos con otros porque está en nuestra naturaleza buscar compañía. Somos gregarios y por ello buscamos otras personas con quienes convivir en cada día de nuestra existencia. Es una necesidad buscar con quien conversar, cambiar impresiones, opiniones, arrebatos y otras maneras de ir por la vida.

Aún cuando tuviéramos a la mano algún otro ser vivo (llámese gato, perro, pez o cualquier otro) en quien pudiéramos verter algunas de nuestras manifestaciones de afecto y cuidado, existen otros sentimientos y emociones que definitivamente queremos depositar en una persona, sentir satisfacción y una retroalimentación por ello. Esas son relaciones humanas y para ellas utilizamos un código que nos permite entendernos: la comunicación. Proceso que para ser exitoso necesita un mensaje que envía el emisor y capta un receptor para su entendimiento y retroalimentación.

Cuando somos capaces de comunicarnos con el o los otros de manera pragmática (entiéndase de manera verbal y corporal) nos percibimos como un grupo (ya sea ocasional o duradero). De hecho, aprendimos el arte de la comunicación dentro de un grupo y en él comenzamos replicando el patrón que ahí observamos. Éste se convertirá en nuestro sistema de creencias, en tanto nos atrevemos a innovar y experimentar nuevos modos de relacionarnos.

Cuando somos capaces de comunicarnos con el o los otros de manera pragmática (entiéndase de manera verbal y corporal) nos percibimos como un grupo (ya sea ocasional o duradero). De hecho, aprendimos el arte de la comunicación dentro de un grupo y en él comenzamos replicando el patrón que ahí observamos. Éste se convertirá en nuestro sistema de creencias, en tanto nos atrevemos a innovar y experimentar nuevos modos de relacionarnos.

Hacerlo es madurar: relacionarnos con otros es lo que nos dará la oportunidad de experimentar en nuevos grupos y a la larga también nos proporcionará sentido de pertenencia en cada grupo en el que logremos desenvolvernos, pues habremos sido capaces de interactuar buscando un equilibrio que nos dé estabilidad relacional. De hecho, aplicar en cada interacción la regla de oro de “tratar a los otros como me gustaría que me trataran a mí” es la mejor manera de prevenir la violencia y mantener en alto nuestra autoestima promoviendo la de alguien más.

Desgraciadamente, es también en esos grupos donde se favorecerá la aparición de relaciones impregnadas de conflicto que pueden volverse violentas. En la familia es donde se viven la mayoría de los casos de violencia, sea contra los niños, las mujeres, los adultos mayores, personas con capacidades diferentes o incluso contra los hombres. Sin embargo los otros grupos donde también se convive de manera más o menos recurrente, como la escuela o el trabajo también presentan el riesgo de experimentarla, dado que en ellos también se convive y se puede iniciar una escalada de poder en el proceso de relacionarse, por el deseo de dominio de unos sobre otros, aunado a la falta de asertividad y baja autoestima en otros.

            Sobre esto Ifá en Ogbè Iyonu (Ogbe Ògúndá) dice:

La ira es hijo de Ògún
El temperamento caliente es el hijo de Ìja
Atétù, es el poseedor de Ìwà-pèlé es hijo de Òrúnmìlà
Ira, hijo de Ògún
Yo no te deseo aquí
Temperamento caliente, hijo de Ìja
Yo no te necesito aquí
Atétù, el poseedor del buen carácter, el hijo de Òrúnmìlà
Es a ti al que yo deseo aquí.



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